Un tema que aparece a menudo en la consulta es el perfeccionismo. La realidad es que vivimos en una sociedad crítica y exigente. Hay presión por parecer perfectos, útiles, exitosos, guapos y atractivos. Estamos expuestos a modelos de éxito y belleza estrictos.
Por ejemplo en las redes sociales podemos ver cómo los famosos e incluso las personas que conocemos muestran su mejor cara, disfrutan el momento, están en sitios maravillosos, se cuidan, su vida parece fantástica y ellos tenerlo todo bajo control. Y nos comparamos internamente con estos modelos. Intentamos parecer cómo ellos y ocultamos a los demás nuestra parte oscura. Esa parte que no siempre es productiva, que a veces está de bajón, no se siente segura, no tiene las cosas en su sitio o no come bien.
Si intentamos llegar al perfeccionismo nos volvemos rígidos, estresados, no nos permitimos fallar. Vivimos con la sensación de frustración y de no ser suficientes. No hay calma porque siempre hay que estar haciendo cosas o puede estar mejor. Nos cuesta ser felices y estar en paz sólo con ser quienes somos.
Esto principalmente nos afecta a nosotros, impidiéndonos la felicidad, pero a menudo también nuestras personas cercanas también se ven afectadas por ese malestar o irritabilidad. A veces la hiperexigencia a uno mismo también va acompañada de la exigencia a los demás, Y nos puede llevar a ser intolerantes, perjudicando nuestras relaciones. Otra dificultad que puede aparecer es la de aceptar críticas, asumiendo la parte de verdad que puedan tener y sin ponernos a la defensiva.
Y entonces ¿Qué hacer? ¿Es malo exigirse? Yo creo que cómo siempre en el punto medio está la virtud. Está bien querer dar lo mejor de uno mismo, pero también permitirnos ser vulnerables y humanos. Hablar de nuestros éxitos pero también de nuestros bloqueos, malestares y desastres. Querer agradar, sin perder la conexión con nuestra esencia. Aprender a respetarnos y estar en paz, respetando nuestros momentos, nuestros ritmos e incluso nuestros bajones.
Si bien es cierto que cada vez puedo ver que se habla más de salud mental, que se entienden más los estados mentales y se gestionan mejor, por otro lado también veo el daño que hace la sobreexigencia, y los modelos rígidos tan difíciles de alcanzar. Una frase que me gusta repetir a mis pacientes más exigentes es «No hace falta ser perfecto, basta con ser completamente suficiente».
No hay caminos perfectos, la realidad no es perfecta, es compleja. Lo más sano es intentar priorizar y potenciar rutinas que alimenten lo que a ti te hace sentir bien, encontrando un equilibrio imperfecto. Priorizando y aligerando la carga. Llegando a acuerdos con las personas más cercanas y aceptando que tu camino no es mejor ni peor al de los demás es el que a ti te va bien.
Y tú ¿Eres muy perfeccionista? ¿En qué ámbitos eres más perfeccionista? Te propongo un reto, prueba permitirte hacer un día las cosas un poco menos perfectas, verás cómo no pasa nada tan grave.
