En este artículo voy a hablar de algo muy importante para la vida, las emociones, sí, y es que, seamos más o menos conscientes de ellas, influyen en nuestra vida en todo momento.
Solemos pensar que somos seres racionales pero lo cierto es que, lo creas o no, nuestras emociones juegan un papel fundamental en la vida. Contestándote a las siguientes preguntas te darás cuenta de lo esenciales que son: ¿Crees que se puede vivir sin emociones? ¿Se puede vivir sin miedo? ¿Se puede trabajar sin motivación? ¿Se puede crear sin entusiasmo?
Las emociones son las que nos mueven, las que nos impulsan a la acción, son el motor de la vida. Sin las emociones seríamos seres inactivos. Por eso son esenciales para la supervivencia y, evolutivamente, mucho anteriores a nuestra capacidad de pensar y de reflexionar.
Los primeros aprendizajes que nos guían en la vida son emocionales, más intuitivos que conscientes. Este aprendizaje es difícil de poner en palabras, pero está vinculado a nuestras experiencias. Su función es acercarnos a aquello que fue positivo, agradable y satisfactorio en el pasado y alejarnos de aquello que fue negativo, peligroso o desagradable. Gracias a este mecanismo podemos tomar decisiones basándonos en la intuición y reaccionar ante acontecimientos inesperados con prontitud. Si tuviésemos que sopesar cada una de las decisiones exhaustivamente no seríamos eficaces, y en lo que analizamos paso a paso cada una de las opciones, el león ya nos hubiese comido.
Hay emociones que nos resultan más agradables que otras, pero todas ellas tienen una función adaptativa. No hay emociones buenas o malas por sí mismas, son como una brújula que nos orienta hacía aquello que resultó beneficioso en el pasado, defendiendo nuestra integridad física y psicológica. Y, si estamos atentos, nos aportan información sobre aquello que es importante para nosotros y nos afecta.
Si eres humano, lo normal es que las cosas te afecten. La inteligencia emocional no está en suprimir las emociones, sino en escuchar las emociones, entender lo que nos están diciendo y aprender a regularlas para que nos ayuden a vivir conforme a nuestros valores y a conseguir nuestros objetivos.
¿Qué ocurre cuando las emociones son muy intensas?
Cuando la activación emocional es muy alta, en situaciones en las que nuestro cerebro interpreta una amenaza, ya sea física o psicológica, se produce un “secuestro emocional”, es decir, la emoción nos domina despreciando el camino racional.
Para comprender qué ocurre en un secuestro emocional imaginad un lago. Cuando el agua está muy revuelta nos resulta imposible ver el fondo, pero cuando las aguas están reposadas y tranquilas somos capaces de ver perfectamente las piedras del fondo del lago. Es decir si la intensidad emocional es muy elevada, nubla nuestro campo de visión y no somos capaces de ver las cosas de una forma global y con perspectiva.
¿Alguna vez os habéis sentido dominados por alguna emoción?
¿Alguna vez habéis estado tan enfadados que sentís que os habéis dejado arrastrar por la emoción, dejando de ser fieles a vuestros valores? ¿O que incluso habéis trasladado ese enfado, estrés o frustración a otra situación o persona injustamente? Quizá os habéis sentido tan tristes que os habéis dejado llevar por esa emoción viendo todo de color negro…
Estos son ejemplos de cómo las emociones pueden arrastrarnos si nos dejamos llevar en lugar de parar, tomar conciencia de lo que nos afecta y decidir libremente como deseamos vivir la situación.
Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso ciertamente, no resulta tan sencillo.
Aristóteles.
Puede que en un primer momento resulte atractivo liberar la emoción que sentimos, pero dejarnos llevar tiene sus riesgos. Todos podemos recordar alguna situación en la que hemos reaccionado “en caliente” y después nos hemos arrepentido por los efectos indeseables que ello ha ocasionado. La siguiente metáfora puede ayudarnos a comprender y recordar los conflictos que podemos generar conduciendo por la vida sin cuidado:
Imagínese que va conduciendo por una carretera, estrecha, de curvas pronunciadas y bordeada por profundos acantilados, una carretera difícil y peligrosa y, de repente, se desata una fuerte tormenta. El cielo se oscurece, parece que la lluvia es inminente, continua el camino mientras la lluvia se hace tan intensa que el limpiaparabrisas no da abasto para poder quitar el agua y ver con claridad lo que tiene delante. ¿Qué haría usted, pisar el acelerador o apartarse del camino, pisar el freno y esperar a que escampe?
Esta metáfora ayuda a comprender lo que ocurre cuando la intensidad emocional es muy alta, pero también nos aporta la clave de la regulación emocional, que consiste en darnos cuenta de cuándo se avecina una gran tormenta, parar a tiempo, respirar y esperar a estar tranquilo para tratar el problema.
Cuando paramos y comprendemos lo que nos pasa (aceptando que es normal que las cosas nos afecten), la activación emocional desciende y entonces podemos razonar, ver la situación con perspectiva y canalizar nuestras emociones en función de nuestros objetivos y valores.
Ejercicio para la autorregulación emocional
- Parar, conectar con la respiración.
- Autoconciencia y autoaceptación: Ser conscientes de nuestras emociones y observarlas sin juzgar, dándonos permiso para sentir lo que se siente. Es normal que las cosas nos afecten.
- Aceptación de la situación. En lugar de quejarnos, pensar en lo que podemos hacer, lo que está en nuestras manos. Las cosas no siempre son como nos gustarían y no siempre podemos cambiar los acontecimientos, pero siempre podemos elegir la perspectiva desde la cual contemplarlos.
- Autorregulación. Canalizar las emociones en función de nuestros valores y objetivos.
Este ejercicio no sólo es adecuado cuando las emociones nos sobrepasan, también puede ser útil en nuestro día a día para mejorar la consciencia de ti mismo, de lo que te afecta y de la actitud que quieres tener ante esas circunstancias.
Realizar este breve ejercicio al despertar puede influir mucho en cómo afrontamos nuestro día. Empieza recordándote las cosas importantes para tí, con qué quieres que se identifique tu día a día. Este ejercicio te dará energía para hacer aquello que va en dirección a tus sueños y a hacerlo con entusiasmo.
Recuerda que cómo afrontamos lo que nos toca vivir es nuestra libertad y nuestra responsabilidad. Puedes elegir dejarte llevar por las circunstancias y que una mala experiencia tiña de un humor negativo y pesimista todo tu día o aceptar que las cosas no siempre salen como queremos y actuar de una forma proactiva. ¿Qué eliges?