
Comunicación proviene de la palabra latina “COMUNIS” que significa poner algo en común. Implica un intercambio de información, experiencias, puntos de vista, opiniones y/o sentimientos.
La comunicación entre personas no es siempre fácil. El lenguaje es el medio de comunicación más complejo y sutil y es por eso que no siempre logramos comunicarnos con éxito y entendernos. Los malentendidos pueden originar deterioro en las relaciones personales y profesionales. Por este motivo creo que tomar conciencia de los problemas de comunicación puede ayudar a mejorar nuestra calidad de vida.
¿Cuándo la comunicación es difícil?
Al interpretar lo que la otra persona nos dice como una amenaza (algo que daña nuestra autoimagen, pone en peligro la aceptación por parte de los demás o nuestro sistema de creencias), nuestro sistema de defensa se pone alerta, se movilizan nuestras emociones y la comunicación se hace difícil.
Cuando la emoción predominante es el miedo al rechazo, el estilo de comunicación suele ser PASIVO o INHIBIDO.
El miedo nos paraliza y nos inhibe, supone la falta de acción. Por eso, este estilo de comunicación se llama pasivo. Estas personas dirán a todo que sí, simplemente por evitar el conflicto. Las opiniones y deseos de los demás prevalecen sobre los propios ya que se opta por no manifestarlos o hacerlo con falta de confianza y determinación. El miedo les hace renunciar a sus derechos.
El no decir nada sobre algo que nos molesta, el dejar de hacer algo por miedo, o abordar una situación de forma poco directa, serían comportamientos que se corresponden con este estilo inhibido.Las consecuencias que tiene esta opción son la sumisión ante los deseos del otro y el sentimiento de frustración al no poder lograr los propios objetivos.
La inhibición nos puede hacer sentir impotentes y con falta de control sobre los acontecimientos, ya que nuestra capacidad de influencia es nula si no somos capaces de transmitir al otro aquello que nos molesta. La persona que no expresan sus sentimientos se puede sentir a menudo no tenida en cuenta o incomprendida.
Si no decimos las cosas que nos molestan en el momento, los sentimientos negativos pueden irse acumulando y explotar o trasladar la rabia a otra situación. Por otro lado, pese a que estas personas intentan mantener una buena relación, impiden que se avance en el grado de confianza mutua al no darse a conocer.
Inhibir sistemáticamente las opiniones, los deseos, las intenciones y la postura personal puede evitar problemas con los demás, pero acaba convirtiendo a quien así se comporta en un completo desconocido.
Aún cuando los demás hacen un intento por entender, tener que inferir constantemente lo que está realmente diciendo la otra persona es una tarea difícil y abrumadora que puede dar lugar a sentimientos de frustración, molestia o ira hacia la persona que se comporta de esa manera.
Cuando la emoción predominante es la rabia, surge un estilo de comunicación AGRESIVO.
En este caso uno se siente atraído hacia la confrontación. Se trata de vencer al oponente, de plantarle cara, de demostrar quién es el que tiene razón.
Una conducta agresiva en el estilo, el tono y el contenido del mensaje, permite una descarga emocional más o menos intensa que puede resultar satisfactoria en un primer momento. Es el estilo para discutir acaloradamente, imponer los puntos de vista propios sin que te importen los sentimientos de la otra persona.
La comunicación agresiva puede expresarse de forma directa o indirecta:
La agresión verbal directa incluye ofensas verbales, insultos, amenazas y comentarios hostiles o humillantes. El componente no verbal puede incluir gestos amenazantes, como esgrimir el puño, las miradas intensas e incluso los ataques físicos.
La agresión verbal indirecta incluye comentarios sarcásticos y rencorosos y murmuraciones maliciosas. Pueden golpear objetos, o realizar gestos agresivos mientras la atención de la otra persona se dirige a otro lugar.
La comunicación agresiva suele estimular el miedo o la rabia, según sean las circunstancias de la otra persona. Si produce rabia en el otro, la agresividad despierta agresividad y se producirá una escalada de poder, en la que, además de perder el objetivo, el resultado final será que os habéis herido el uno al otro.
Si la comunicación agresiva, produce miedo en el otro, esa victoria aparente tiene un precio alto. Crea mucho resentimiento en el vencido, ya que a nadie le gusta ser agredido, y con el tiempo puede dar lugar a conflictos en la relación. Por otro lado, puede dificultar la comunicación en el futuro. Es probable que la persona no se atreva a expresar libremente sus opiniones por temor a ser agredida nuevamente.
Por lo tanto, a medio-largo plazo, la conducta agresiva provocará una falta de confianza mutua que acabará por limitar o incluso acabar con la relación.
Además, las posibilidades de influencia de este tipo de comunicación son muy limitadas, ya que las personas necesitamos sentirnos libres para decidir. ¿Nunca os han dicho que no hagáis tal cosa o la otra y habéis sentido la necesidad de hacerlo? De poco sirve que alguien nos diga cómo se supone que debemos comportarnos, cómo debemos sentirnos, o cómo debemos vivir nuestra vida.
Cuando regulamos nuestras emociones, somos capaces de mantener un estilo de comunicación ASERTIVA.
Actuar asertivamente supone expresar y defender nuestras opiniones, pensamientos y sentimientos de forma directa y honesta. De esta manera dejamos ver a los demás lo que deseamos, pero mostrando respeto por ellos y sin ofenderles.
Este estilo de comunicación nos permite afirmarnos ante los demás y nos proporciona una sensación de seguridad y autosatisfacción. Es importante saber que este tipo de respuestas son las que tienen mayor probabilidad de ser efectivas a la hora de resolver determinadas situaciones y evitar conflictos mayores.
La asertividad consiste en alcanzar un punto medio en el que no vulneramos ni nuestros propios derechos (cómo en el estilo pasivo), ni los de los otros (cómo en el estilo agresivo).
Las personas no tenemos un estilo de comunicación puro. Dependiendo de nuestra personalidad, la situación y el contexto podemos expresar más o menos asertividad y manejo emocional. Como todas las habilidades se puede entrenar y aprender.
Ser asertivo tiene muchas implicaciones:
Defensa de nuestros derechos.
Todo el mundo tiene derecho a expresarse y a ser tratado con respeto, incluido uno mismo. Por eso a veces es necesario poner límites a las conductas y comentarios poco razonables e hirientes de los demás. Lo importante es hacerlo de una forma asertiva (a pesar de que nos estén tocando la moral), en lugar de atacar y entrar en una situación dañina para ambas partes, que no nos ayudará a conseguir nuestros objetivos.
Algunos de los derechos que más nos cuesta defender son:
- Decir que NO a peticiones que no nos interesan.
- Expresar desacuerdo y críticas constructivas.
- Pedir favores.
Respetar los derechos del otro.
No hay que olvidar que la otra persona tiene los mismos derechos y que es libre de decidir qué opinar o qué hacer.
Saber expresar sentimientos positivos y de reconocimiento.
Una comunicación eficaz y asertiva implica también expresar sentimientos positivos hacia los demás, elogiando las cosas que nos gustan de ellos y reconociendo sus habilidades y las cosas que hacen bien.
Mostrar aceptación y afecto hacia los demás facilita una relación de confianza, un clima positivo y aumenta la satisfacción mutua.
Por otro lado, debemos de tener en cuenta que ofrecer reconocimiento y cumplidos ante la conducta adecuada o gratificante del otro es una recompensa natural que aumenta la probabilidad de que se repita en un futuro.
A modo de resumen me gustaría que el lector se quedase con la siguiente idea:
Si cuando alguien va a contarnos algo de forma sincera, nosotros le decimos que menuda tontería o empezamos a hablar de nuestra experiencia antes de escuchar, la comunicación se cerrará. Para que otra persona nos confíe sus sentimientos de forma sincera y honesta debe de sentirse reconocida por el otro.
Si realmente queremos abrir un canal para la comunicación, debemos comenzar escuchando desde el respeto y la aceptación, intentando comprender las razones y los sentimientos de la otra persona. Esto no supone necesariamente estar de acuerdo con ella, ni darle la razón, sólo supone hacer el esfuerzo de comprender su punto de vista antes de opinar.